miércoles, 16 de enero de 2019

Gátova



GÁTOVA

Como todos los inviernos, la Calderona me acoge de nuevo en su regazo. Ofrece sus cálidas solanas para el paseo, incluso en los días fríos y con viento como hoy, es una sierra amable, de ir por casa, se puede decir que con zapatillas.
Sus rincones son como los capítulos de un libro antiguo y querido, que conoces al dedillo pero que te gusta hojear para no olvidar sus citas, para sonreir con el apartado que no podías recordar.

Viviendo en la ciudad, te consideras vecino de cada pueblo, casi casi lugareño, porqué la distancia que te separa de su paisaje y su silencio, es más corta que la que me separaba del hospital todos los días cuando iba al trabajo. Una vez que has llegado a la villa, el mapa mental se despliega para que elijas.
¿Como estará la fuente? ¿ Y el castillo? ¿Te acuerdas del barranco y de la umbría? Si, del camino y la senda que serpentea entre los pinos, las adelfas y la gatosa que amarillea preciosa.

Ahora los almendros son dueños del paisaje con sus flores blancas y rosas que parecen un suspiro de primavera. Cuando llevas un tiempo ascendiendo, no mucho, esta sierra te regala un paisaje, como si fueras alguien que lo mereciera y pudieras recrear tu vista en sus dominios.
El suelo de rodenos rojizos con mica brillante, parece hecho con pedazos de cielo y estrellas que titilan. Y cuando no caliza, pero no cualquiera, aquí te acompañan amonites, almejas y terebrátulas que se quedaron de un pasado remoto para hacernos compañía.

Amparo y yo paseamos a veces por los arcanos de la sierra, intentando descifrar su mensaje. A veces por conglomerados milenarios y otras por depósitos fósiles de arenas en antiguas playas someras. Siempre entre romeros, tomillos, jaras, aliagas, madroños y pinos. En ocasiones saludando a carrascas y palmitos.

Desde Olocau a Gátova pasando por Marines el viejo, el desfiladero nos despierta las espectativas y volvemos henchidos de sol, de aire y paisajes con vistas lejanas.
Hoy ha sido un buen día que nos ha permitido charlar además con el ingeniero y una de las brigadas de la generalidad que se ocupa del “control de biomasa forestal”; vaya, un eufemismo de “para que no se queme tooo”. Con tres millones de hectareas para controlar, tienen una titánica misión.
La caseta de observación forestal y “El cachirulo” del pico del águila, hoy se ha quedado “niquelado”. Desde allí, a lo lejos, casi confundido con el color del cielo, el no tan distante Peñagolosa me hacía guiños.

 Amo la Calderona.