miércoles, 11 de septiembre de 2013

SOSIEGO


“Las nubes pacen en las praderas y los bosques, lentamente pintan de gris perla las cumbres de los picos. La pizarra destila gotas de agua más allá de la geografía de sus numerosos tonos de negro.
El silencio interpreta la sinfonía de lo inaudible mientras abro los ojos.
Todo está puesto. Inmóvil observo y escucho.”
En ocasiones tengo la sensación de que nada existe fuera de nuestra mente. No me refiero al mundo material tan solido como comprobable si no a su interpretación más inmediata llena de ambivalencias.
El sosiego no llega con el disponer del tiempo, ni con el entorno agradable ( aunque ayuda), ese don apacible viene a nosotros en ocasiones de un modo insidioso y siempre desde dentro.
Es nuestro cerebro el que enciende el interruptor de la calma mientras el tic tac del tiempo parece de repente alargarse tic......tac.......
La disposición del pensamiento es imprescindible para que la marea de la tranquilidad se extienda por nuestro cuerpo y alcance un instante de placidez intemporal.
Dejar que los pensamientos se condensen y desvanezcan como nubes en tanto que la respiración y los latidos establecen un ritmo lento.
Es nuestro juicio que interpreta una realidad carente de sentido y el significado que dibujamos en los lienzos de nuestra conciencia desata nuestro sentido de la vida.
Por eso es importante la calma, para acercar nuestro discernimiento a una realidad sin intención, una realidad de sucesos tan plana como ajena a nuestros sentimientos.
La montaña es un buen lugar para que nos aflore la quietud, también sus habitantes y poblaciones. El temple sin embargo se pone a prueba en función de la altitud, la exposición o el esfuerzo de la ascensión.
La montaña es el Rorschach de nuestro ánimo, nos devuelve la imagen con la que la miramos, por eso me gusta siempre verla bella y sugerente.
Es el espejo de mi propósito.



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