Hace dos años que las palas inmóviles, en un descanso forzado por la sinergia de dioses menores, postergan los sueños de mares lejanos.
Como Ulises permanezco indolente en las playas de Ogigia.
Hoy sin embargo, esquivé a Caronte y me voy a otra laguna a celebrarlo.
Todo el tiempo que permanecí con Circe, me alimente ( no sin saberlo ) de mis compañeros de viaje.
Timidamente me mantengo a flote sobre el verde fluido que me envuelve e imagino en el horizonte la isla Eea que abandoné.
Redescubro este mundo vital y sosegado, navegando con el kayak en aguas confinadas.
Una Garza majestuosa se eleva volando asutada por mi llegada.
Me siento afortunado al encontrar esta playa solitaria que por el descenso del nivel del pantano ha expuesto al sol su tierra yerma.
Mal presagio para el verano que nos viene, pero ahora es un lugar exótico donde varar.
El tronco muestra con su color, la generosa altura que alcanzaba el agua la ultima vez que me abarloe a su lado.
Quizá por eso ahora los pescadores lanzan sus cañas con más éxito.
En esta meditación solitaria, recorro los entrantes y salientes del embalse que anuncia el rigor que se avecina con un crecimiento de las cañas que se interponen en mi proa.
Atravieso la barrera vegetal, pero poco queda para navegar tras ella.
Regreso a sondas más profundas y mientras mis ojos eligen algún destino...
Contemplo árboles hundidos, escucho los cantos de pájaros invisibles y me maravillo de los cardumenes de pequeños alevines.
Recreo mi mirada en el amplio espacio de la laguna artificial, mientras sueño con viajes imposibles.
Siempre regreso a Ítaca.
Ha sido un navegar sin sobresaltos, ni siquiera una pizca de aventura.
Ha bastado un poco de imaginación para que mi sangre se oxigene, mientras mis sentidos se empapan del ambiente.
Escucho el susurro del agua al deslizarse junto a la proa al rítmico hundirse de las palas.
La brisa y el sol alternan el calor y la frescura, lamen mi piel con el cariño de un reencuentro enamorado.
Este destello, surgido del rescoldo de mi expectativa, servirá al menos por unos días; para iluminar las habitaciones cerradas de la mente.
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