En los tiempos de la peste los gobernantes huían a la protección de castillos aislados, imaginando que la distancia les protegería de un mal que no entendían ni ellos ni sus médicos cortesanos.
No solo huían de la responsabilidad que no conocían más allá de la defensa cicatera y mezquina de sus propios intereses, también lo hacían de sus congéneres considerados parte de la producción al mismo rango que mulas y bienes materiales.
No fue hasta 1486 cuando la revuelta catalana de los "remences" que obligó a Fernando "El católico" a poner fin en el papel a estas leyes indiferenciadas de la esclavitud.
Y digo del papel, porque en el imaginario y los "memes" de algunos "inadjetivados" sigue permaneciendo en lo más profundo de su corazón por muy anómalo que nos pueda parecer.
Están diluidos por doquier imaginando en su delirio que son la sangre descendiente de Pelayo y contienen en su epigenética la misión de arreglar el "sindios" en que según ellos se está convirtiendo nuestro suelo ibérico.
La situación patética y cotidiana que nos muestra la prensa, tan llena de ejemplos que para recordarlos en las conversaciones bastaría un etc, ha llegado al clímax con el órdago del Ébola.
La denostada, vendida y depauperada sanidad Pública y sus profesionales de primera linea observan ojipláticos ( y escuchan ) como el consejero de la Comunidad de Madrid nos dice que "Teresa nos mintió"... una profesional que medio obnubilada por el proceso infeccioso más estigmático ( físicamente y Psicológicamente ) de cuantos podemos asistir en el siglo XXI todavía no se ha recuperado del proceso infeccioso que padece.
No contentos con esta hazaña, dos técnicos de ambulancia se pasean con su carromato durante doce horas transportando enfermos, acompañados de la angustia del " no saber".
Solo en esa dilución de "psicosangriazulados" se puede explicar todos los despropósitos que durante 24 horas, Leemos y escuchamos en los medios.
Como en la "invasión de los ultracuerpos", están por todos lados.
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