Indicación de la calzada romana de Almedíjar |
EN TIEMPO DE LOS
ROMANOS.
Comienzo el día
leyendo cosas fáciles, blogs cortos de historias de romanos,
entretenidos y curiosos para comenzar a desgranar los segundos de la
jornada.
Afuera, las gallinas
emiten el quejoso cacareo matutino indicandome que tendré que
revisar su tolva de maíz, a esta alturas ya mantenemos un diálogo
clientelar y me hacen esa compañía sonora que antaño rasgaba solo
el silencio.
Hoy el silencio lo
destripan los ruidos de los motores de explosión, de los que tanto
nos quejamos, pero de los cuales nadie prescindiríamos, somos
interesados y masoquistas como consecuencia.
Decía que la
lectura sobre los romanos me despierta la imaginación y me pasea por
Europa de buena mañana, me aleja de la responsabilidad y ese
presente que es la vida real. Somos la generación de la distracción
y del ocio, pero no hemos llegado a la cumbre de su desarrollo.
Intuyo que generaciones venideras alcanzarán cotas más elevadas de
distracción.
En eso también nos
parecemos un poco a los humanos del imperio romano, el pan y circo,
ahora se ha transformado en palomitas y cine, no cualquier cine.
Un cine de masas tan
popular como el fútbol y que nos iguala en la conversación. Podemos
hablar todos al mismo tiempo. Al fin y al cabo, que va a decir quien
y de que, que el corro no sepa.
Simplemente hay que
mencionar la escena y un torrente de confluencias y pocas diferencias
se expresan en pocos milisegundos. Ya no “pasan ángeles “ en las
conversaciones, han desaparecido como los milagros.
Lo que si quedan son
anhelos y esperanzas, pero con poca fe, y estando así las cosas
precisan de una dosis mayor de ocio, de distracción, que al final
del día nos lleve a sentir, incluso a verbalizar con la parienta
¡Que bien lo pasamos hoy cariño! Es la medida del éxito y la
culminación del saber hacer.
Algunos son capaces
de sofisticar ese placer, como en una película futurista, reproducen
en el presente el arquetipo del placer permitido, un restaurante
exquisito, un paisaje idílico, cada uno según su imaginación,
porque los hay para todos los gustos, y el placer de compartir, para
disfrutar del consenso. La discrepancia enturbia el gozo.
Esta mañana
mientras leía mi pequeña dosis de romanos me he acordado de que
cerca estábamos todavía en los años cincuenta de aquella cocina
que transportaba el contubernio, ese grupo de ocho soldados que
cocinaba en conjunto.
Nosotros solo eramos
tres. En ciscar, una calle de los barrios centrales de Valencia.
Con su forma de
torre de ajedrez, está viva en mi memoria, la imagen de aquel
hornillo de carbón en que mi padre cocinaba las tripas de cordero
los domingos para almorzar.
No recuerdo el
acompañamiento del ruido de vehículos, pero si el crepitar del
carbón que se sacudía bajo las gotas de grasa de las entrañas del
pobre animal que había sufrido la evisceración.
Tampoco había
problemas con el carbón porque justo debajo del edificio( insulae ),
en una de plantas bajas en que se instalaban los comercios, una
carbonería nos proporcionaba toda una variedad de combustible fósil
que pudiéramos necesitar. También para el brasero.
Hoy, los romanos ,
se han acercado a mi más que otras veces.
Fragmento de calzada romana conservado en Almedíjar. |
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