La visita ha sido breve y casi furtiva.
Bajo un cielo plomizo pero con una sensación agradable, damos la vuelta por entre los pinos.
El bosque bullicioso las más de las veces, está silencioso hoy, un silencio que me llama la atención.
La sensación me hace proyectar el pensamiento, "Como los países del sur de Europa" pienso, pero de inmediato rectifico..."Mañana cuando salga el sol, volverá a estar bullicioso".
Ha sido un instante, pero la disminución de actividad que percibo en lo cotidiano, ha hecho que por un momento pensara que el bosque también sufría la fluctuación y declive de la economía.
Nada más alejado de la realidad, cada uno de los habitantes del pinar, debe estar encantado con la lluvia y su silencio es de reposo y satisfacción. Alejado el peligro del fuego y aunque no lo escuche, el espíritu del bosque ronronea como un gato satisfecho. Esta es la nueva interpretación de su silencio.
El agua ha empapado la tierra, encharcado caminos y multitud pequeñas criaturas deben aprovechar su oportunidad breve y furtiva para vivir.
El pequeño universo de las aguas se agita con las gotas que comienzan a caer e intento imaginar los pequeños seres del subsuelo, percibiendo la humedad como señal de que comiencen su ciclo.
Me detengo un instante para hacerme una foto. Me doy cuenta de que mi visión antropocéntrica ha proyectado en el bosque las razones de un silencio.
El bosque y sus criaturas no sufren con las noticias de FMI.
Son los ciclos naturales y sus leyes las que modulan las idas y venidas de los seres vivos y las nuestras también.
Olvidamos con frecuencia el verdadero sentido de nuestra vida y por eso interpretamos equivocadamente silencios como el del bosque. Tenemos como ciertos los ecos de profetas, adivinos y algún que otro economista.
Una versión patética de profecía auto-cumplida.
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