Es más, las nubes y los vientos confieren al paisaje un punto de belleza que junto con la soledad y el aire gélido, hacen que los lugares nos parezcan mucho más acogedores.
En cambio el tiempo libre, cuando se dispone de poco, si es un poderoso factor de limitación para el hartazgo.
Las visitas se convierten en tránsitos y la contemplación en mirada furtiva, como el amante que contempla al ser amado desparecer tras una esquina.
Uno vuelve renovado de las excursiones "flash", impregnan la retina, el oído, la piel, la pituitaria y en ocasiones las papilas gustativas de nuevas sensaciones que perduran en el recuerdo y estimulan el gusto por la novedad. (Dicen los que saben que las neuronas se nutren y crecen como retoños reverdecidos de estas sensaciones y no me extraña.)
En las soledades es fácil compartir y hacer nuevos amigos. Descubres con asombro que las personas no son lo que nos imaginamos y eso ayuda a la reflexión en nuestro monólogo interno.
Las ovejas vienen a posar para el blog en medio de la ilustración de mi anfitrión para "desasnarme "someramente en cuanto a ovejas se refiere.
Hay que volver y volvemos.
Nos damos cuerda mutuamente.
Aprovecho estas horas sin luz de las tardes largas del invierno para enamorarme más de mi querida, para tratar de entenderla y admirarla.
Para nombrarla sin embargo como nombramos los humanos, viendo nuestra imagen en su espejo. Es la limitación de nuestra esencia.
Y hay que ir con cuidado porque la curiosidad en ocasiones trae sorpresas desagradables.
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