En febrero la tarde es larga como para aprovecharla en una excursión que nos lleva desde el monasterio de PortaCoeli a Rebalsadores.
Entre naranjos cuyos frutos permanecen en el árbol y no parece que vayan a ser recogidos, alcanzamos una pista forestal.
Durante un tiempo caminamos amablemente sin demasiado esfuerzo.
Nos desviamos por un sendero que asciende por un barranco en sombra y poco a poco la pendiente se va haciendo más pronunciada.
Solo al final cuando la pendiente del propio monte de rebalsadores hace que nuestros pasos sean más lentos y la conversación más pausada, de nuevo el sol, en franca retirada sobre el oeste lejano nos vuelve a calentar la piel.
En el mirador, apenas unos minutos, agua, fruta y una galleta de chocolate.
Poco tiempo para admirar el paisaje en la penumbra del crepúsculo.
Descendemos por sendas, caminos y torrenteras.
Ya es de noche cuando llegamos al vehículo que habíamos estacionado en el monasterio.
Un paseo en la tarde de febrero. Cosas sencillas...paisaje y satisfacción.
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