jueves, 14 de marzo de 2013

ADIVINAR LA PRIMAVERA

Camino por el bosque sin rumbo fijo.
Busco senderos desconocidos, mientras el sol ya muy bajo a poniente proyecta sombras alargadas.

He venido para adivinar la primavera.
Descubrirla, porque estando tan próxima, está jugando al escondite.

Busco los signos de su inmediata arribada.

El bosque xerófilo, luce verde con las ultimas lluvias, aunque muestra las cicatrices del sufrimiento por  la sequía.

Unas tímidas flores desvelan su escondida presencia.


Te pillé, le grito alegre, mientras fotografío sus primeros signos.






El bosque premia mi fidelidad y me obsequia con la visión de unas orquídeas.

Alguien sensible, conmovido por la fragilidad de la flor, ha delimitado con piedras los pequeños brotes para intentar evitar que unas botas distraídas acaben con su vida.


Estas monocotiledóneas me conmueven tanto por  su belleza frágil, como por el arte de su engaño.

Saltando su reino, turban con sus encantos al abejorro que confunde la flor con una hembra.
Sin saberlo, azotada por la evolución, la planta sobrevive prostituyendo su imagen de planta, a un animal.

Sigo deambulando entre los pinos en los que proyecto mis pensamientos y sentimientos.


Un pino retorcido junto a otros rectos me evoca la diferencia entre los hombres. Ambos, junto con otros en extrañas formas, componen el bosque.
Pienso en las monótonas plantaciones de chopos y eucaliptos realizadas por el hombre.
La variación es lo confiere una especial belleza.

Algunas gamonitas muestran sus flores abiertas anticipando el festival que intentaba desvelar.

Era todo un juego. No hay que adivinar. La primavera llegara en unos días y solo tendré que dejarme querer por sus flores, sus temperaturas suaves y el zumbido de los insectos.



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