domingo, 9 de diciembre de 2012

EL MAR COMO BALIZA


No suele ser difícil encontrar sitios para salir, cuando uno siente ese gusanillo que caracteriza a los inquietos.
Cualquier lugar conocido o por conocer es una buena excusa para justificar el destino, ya que el viaje, el entrenamiento en este caso, es la verdadera razón de la salida.
El destino siempre es retornar y en el periplo vas cargando las alforjas y descargándolas, en este caso de grasa y de glucógeno.
Hay que buscar un camino que cuando los rayos de sol lo abandonen no convierta nuestras frágiles y apenas visibles figuras en carne de cañón del trafico rodado.
Estas circunstancias añaden un punto de dificultad a nuestra salida, pero mi amigo explora nuevos horizontes con la facilidad que un sabueso pueda seguir un rastro.

Después de unas cuantas revueltas, en unos cuantos minutos, rodábamos por los caminos de servicio y de tierra apisonada que acompañan al colector que va desde Massarrochos hasta el "Barranc del Carraixet".
Una pista ancha donde algunos deportistas aprovechan las ultimas horas de la tarde para mantener la forma a resguardo de la vorágine de trafico que circulando por carreteras grita "La calle es mía".
Llegamos al reloj de Sol de Bonrepos todavía con nuestra redonda estrella por encima del horizonte y después de un par de fotos seguimos sin conocer lo que venia, pero imaginando que de un modo u otro aquello tenia que llegar al mar.
Cuando cruzamos la antigua carretera de Barcelona elegimos la pista de la derecha, pero que al poco, interrumpida por las obras de instalación de otro colector y sus compuertas nos impedía el paso.
Volviendo de nuevo a la carretera, cogimos como alternativa el camino de la margen izquierda.

Esta vez solo una pequeña interrupción que tuvimos que salvar al cruzar un paso de carretera, nos condujo a un nuevo tramo de pista. Reconocimos al divisar frente a nosotros un poco a la izquierda las edificaciones de "Port Saplaya". 

Cruzando un pequeño túnel bajo la carretera llegamos a las casetas de pescadores que se mantienen en el margen de la desembocadura del barranco.
La luz del crepúsculo iluminaba un tranquilo mar y el paseo donde algunas personas disfrutaban del atardecer.

El camino de vuelta con las potentes y variadas luces que habíamos llevado para la ocasión  envolvía nuestras siluetas como grandes luciérnagas rodantes.
La temperatura de agradable se torno fría, pero nuestro equipaje resulto adecuado una vez más, aunque una bufanda de cuello seria bien recibida en la próxima salida.
Sonreímos cuando llegamos y con un "hasta la próxima" volvimos al punto de partida.

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