jueves, 6 de diciembre de 2012

LOS DEBERES POR HACER


El tiempo transcurre inexorable y cuando el blog se detiene uno tiene la sensación de no haber hecho los deberes.
Comprometido conmigo mismo, me siento defraudado también  si no cumplo los plazos aparentemente arbitrarios que había dispuesto cumplir.
Escribir, para mi que no tengo "oficio", consiste en una proyección del termómetro del ánimo.
En ocasiones estoy tentado de ensayar la ficción para demostrarme a mi mismo que he adquirido un cierto dominio sobre la narración, pero el critico interior rechaza la tentativa por desubicada.
Este no es el blog, me dice, aquí es preferible el silencio que la ficción.
Así que encajo el silencio "deportivamente" y continuo tras los paréntesis, con las pequeñas narraciones que me sirven de acicate y de memoria.

El invierno me ha pillado casi desprevenido esta vez. Otros años esperaba con anhelo la estación porque era el tiempo de las montañas de nata, de horizontes nevados que permanecían  impresos en mi memoria, el tiempo que duraba la espera hasta la siguiente salida.
Pero este año, ensimismado más que nunca, las tardes oscuras y largas me han pillado de improviso.
Soy terco a pesar de todo y la bicicleta, cómplice de mi fantasía, me ayuda a iluminar las tinieblas para que al cabo de una hora o dos de ejercicio, de regreso a casa, me sienta reconfortado.
Después de la jornada de trabajo, queda poco tiempo de luz para entrenar y el frío se hace desagradable.
Me resulta difícil acertar la cantidad justa de ropa para no sentir el incomodo helor que poco a poco  se enseñorea de mi cuerpo a medida que avanza el tiempo.

Esta vez sin embargo he acertado, con la ropa, con la luz, con el camino y con el tiempo.
Ha sido una agradable salida que me permite seguir,  cuando seguir es un éxito en si mismo.

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