miércoles, 30 de diciembre de 2015

2016 UN AÑO MÁS

"La Castañera" del Barranco de Almanzor.
Espadán, es un referente para los paseos en esta época del año. Me gusta ver el verdor en la umbría de sus barrancos y recoger agua de las Fuentes, mientras la luz mortecina de la tarde va convirtiendo lentamente los colores en tonos de gris y me abandona la caricia cálida del sol.
Siempre me sorprenden los vuelos rasantes de las aves que parecen no tener dificultad en avanzar entre la maraña de ramas y enredaderas que abrazan los troncos de los pinos y los alcornoques.
Me produce un gran sosiego observar este universo de quietud aparente y de silencio, que deja oir sin embargo cualquier sonido: El murmullo de la conversación de unos excursionistas que se acercan o el borboteo del agua que desciende entre las piedras.
Almanzor nunca me defrauda para unas pocas o muchas horas de paseo.
Sin embargo hasta hoy no había descubierto " La Castañera ".
Un árbol leyenda, enmarcado en la expulsión de los últimos moriscos de estas sierras. 
Acurrucada al pie del árbol, una niña, parece estar leyendo su propia historia. Una leyenda de nostalgia de los tiempos en que el agua escasa de las Fuentes del barranco se guardaba como un tesoro en recipientes forrados de corcho para conservar su frescura.
Cuando aparecemos los intrusos, la muchacha de cabellos oscuros y lacios desaparece convertida en piedras y vacío.
El pasado se ha transformado en presente y no hay sitio para duendes.
Con todo, este árbol de doce vástagos que surgen del suelo, es el mudo testigo del  retoño de castaño que ha crecido quizá durante siglos en el fondo del barranco.
Antes que los romanos viniesen a estas tierras ya lo hicieron los castaños y esa es mucha historia.
Hay castaños longevos en esta Hispania como el denominado " Castaño Santo", allá en Málaga, al que se le atribuyen entre ochocientos y mil años y del que cuentan que bajo sus ramas en el año 1501, Fernando " El Católico " celebró una misa.
"La Castañera" puede que no sea tan vetusta como aquel, pero no será la última vez que la visite ni que trate de averiguar su historia.
Esta vez al menos, Amparo y yo, nos serviremos de su majestuosa imagen para desearos a todos, un año 2016 lleno de sentido común que buena falta nos hace.





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