Alertado por mi acompañante me fijo en unas gafas ligeras que en lugar de lentes habituales montan pequeños prismas.
Un escalador amable posa con una sonrisa para que pueda describir el artefacto.
La maravillosa cualidad del artilugio permite al escalador que realiza el seguro desde la base de la vía de escalada, no perder de vista a su pupilo sin tener que soportar el dolor de cuello que inevitablemente se produce al estar mirando hacía arriba durante largo rato.
La envídia me corroe por múltiples razones.
La primera porque soy más viejo.
La segunda porque soy un enviciado de artilugios como el descrito y no tengo motivo justificado para adquirirlo.
La tercera y más importante es que aunque de manera temeraria intentara subir por estos "septimos" de las paredes del Turia solo conseguiría colgar unos instantes como un saco de patatas.
¡Quien volviera a ser joven! para soñar despierto.
¡un día más! ¡unas horas más! ¡unos minutos!
Unos segundos...¡por favor!
¡CARPE DIEM!
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